
Tercer trimestre
Tercer trimestre: la cuenta regresiva (y las emociones a flor de piel)
Cuando entramos al tercer trimestre, lo primero que sentimos fue una mezcla de emoción y vértigo. Por un lado, ya estábamos cerca. ¡Faltaban unas semanas para conocer al bebé! Pero por otro lado, el cuerpo ya empezaba a decir “hasta acá llegué”, y la cabeza… bueno, la cabeza se llenó de pensamientos.
Este último tramo del embarazo fue, para mí, el más intenso físicamente y el más movilizante emocionalmente. Te cuento cómo lo vivimos, qué nos ayudó y qué aprendimos en el camino.
El cuerpo pide tregua
La panza ya era protagonista absoluta. Sentía que cada movimiento la estiraba más de lo que podía, y que mi cuerpo estaba completamente entregado a esa misión: cuidar a ese bebé hasta que esté listo para salir.
Entre los síntomas más marcados:
Dolor de espalda y caderas, sobre todo al dormir (o intentar dormir).
Cansancio crónico, incluso en días tranquilos.
Hinchazón en pies y tobillos, sobre todo al final del día.
Acidez, incluso tomando agua.
Contracciones de Braxton Hicks (esas “prácticas” que aparecen sin aviso).
Y lo más impactante: el bebé se movía con fuerza, a veces tanto que no sabía si reírme o pedirle que pare un ratito.
También empecé a caminar más lento, a sentarme con cuidado, a respirar más profundo. Todo era más lento. Más pesado. Pero también… más real.
El famoso “nido” y la necesidad de tener todo listo
No sé si fue instinto, ansiedad o ambas, pero de repente sentí la necesidad urgente de tener todo preparado: la ropita, el bolso del hospital, la cuna, los pañales, TODO.
Nos organizamos por partes: primero el bolso, luego el cochecito, después el espacio para dormir, y así. Y aún así, siempre parecía que faltaba algo.
También hablamos sobre cómo queríamos que fuera el parto, sobre los miedos que teníamos, y sobre cómo nos imaginábamos esos primeros días. Algunas charlas fueron difíciles, pero todas nos acercaron más.
Controles médicos más frecuentes
En este trimestre, los controles fueron más seguidos. Monitoreos, ecografías, control de presión, peso, movimientos fetales… todo parecía más importante.
Y también fue cuando empezamos a hablar seriamente del parto:
¿Parto vaginal o cesárea?
¿Dónde queremos que sea?
¿Queremos plan de parto?
¿Qué pasa si se adelanta?
Cada semana era un pequeño hito. Cada consulta nos acercaba más a la gran cita.
Las emociones… intensas
No quiero mentirte: lloré muchísimo. Por miedo, por cansancio, por emoción.
Había días en los que me sentía feliz, fuerte y preparada, y otros en los que me sentía totalmente abrumada, como si no fuera a poder con todo.
Empezaron también las preguntas más existenciales:
¿Voy a ser buena madre?
¿Cómo va a cambiar nuestra relación?
¿Seré capaz de cuidar a alguien tan pequeño?
Por suerte, poder hablar de esto con mi pareja, con amigas mamás y con mi obstetra me ayudó a no sentirme sola. Y también a entender que todo eso… es parte del camino.
Lo que nos ayudó en esta etapa:
Ejercicios de respiración y estiramiento suave, especialmente al levantarme o acostarme.
Masajes y calor local para aliviar dolores.
Dormir con almohadas por todos lados (entre las piernas, en la espalda, abrazando una).
Hablar con otras mamás sobre cómo fue su parto. Escuchar historias reales, sin dramatismos ni edulcorantes, me ayudó mucho.
Preparar un pequeño plan de parto, aunque sabíamos que podía cambiar todo. Solo pensar y decidir juntos ya fue útil.
El miedo al parto… y las ganas de que llegue
Una cosa no anula la otra. Tenía miedo. Mucho. ¿Y si no podía soportarlo? ¿Y si algo salía mal? ¿Y si no sabía qué hacer?
Pero al mismo tiempo, quería que llegara el momento. Conocer esa carita. Saber cómo era su llanto. Verlo con mis propios ojos.
Ese deseo de tenerlo en brazos empezó a ganarle al miedo.
En resumen…
El tercer trimestre fue agotador, pero también transformador. Siento que me preparó no solo físicamente, sino emocionalmente para lo que venía.
No me sentí lista, no al 100%, pero entendí que nadie lo está del todo.
Que el cuerpo sabe. Que el amor llega. Que pedir ayuda no es debilidad, sino sabiduría.
Si estás en esta etapa, respirá hondo, permitite sentir lo que venga y andá de a poco. Todo va a encontrar su lugar.
Y si necesitás una mano, un consejo o simplemente leer que no sos la única con miedo o ansiedad… acá estamos.
Te invito a explorar más artículos en nuestra web, donde compartimos cómo vivimos el parto, el postparto (¡esa montaña rusa!) y los primeros días con nuestro bebé en brazos.
Nada está editado: lo bueno, lo caótico, lo hermoso y lo que no nos contaron. Todo está contado desde lo vivido, con el corazón en la mano.